viernes, 25 de mayo de 2012

DIFUSIÓN DE DOCUMENTACIÓN CIENTÍFICA

“Paris Nocturno” de Rubén Darío

Cuando a finales del siglo XIX se instalaron nuevos medios técnicos y se produjo la reproducción masiva de imágenes, los escritores modernistas hispanoamericanos, como José martí o Rubén Darío, se vieron convocados por tales procesos.
Para Rubén Darío, la preocupación por el mundo de la imagen, concretamente por la fotografía, tiene una larga trayectoria. Fue uno de los primeros modernistas con conciencia de género fantástico y con voluntad de cultivarlo.
En 1894 publicó en La Nación el cuento fantástico Verónica, con el que sensibilizó a los lectores enfrentándolos con un problema semiótico: la relación entre una imagen y su referente. Verónica se estructura a partir de las preocupaciones por el invento de la fotografía y su relación con la imagen.
Posteriormente, en la revista Mundial Magazine se hace notar la mirada del poeta al paisaje tecnológico, a los logros de la técnica que va desarrollando con el final del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Como director de la revista, Darío revisaba todo lo que se publicaba en ella.
En la crónica “Paris-nocturno”, el poeta concibe la escritura literaria teniendo en cuenta el cruce de medios artísticos. Se publicó en el primer número de Mundial Magazine en 1911, aunque se publica también con el nombre de “Noches de Paris” en “La Nación” de Buenos Aires. El texto publicado en Mundial Magazine fue un suplemento con fotografías y reproducciones, mientras que la de La Nación no contiene imágenes.

La crónica “París-Nocturno”

En esta crónica Darío denuncia las transformaciones de la vida moderna y su consiguiente pérdida de valores, pero, a la vez, se reconoce dentro de este cambio y lo acepta. Su posición como director de la revista lo convierte en un sujeto interpelado, en una autoridad.
Esta crónica, entonces, se abrirá a dos ejes temporales: un antes y un después. A su vez, la especialización de la escritura se divide en tres momentos: un principio y un final, donde se asiste a una fuerte colocación de la primera persona, y un desarrollo donde se puede leer la descripción de una ciudad que entra en crepúsculo. Darío describe y, al mismo tiempo, intenta entender, explicar y explicarse, la ciudad que observa. Para ello recurre a su experiencia, imprimiendo así en la crónica una mirada subjetiva. Describe un pasado que parece un lugar feliz y añorado, donde se “soñaban sueños de arte”. En el ahora, todo esto ha cambiado.
En esta crónica aparecen ocho fotografías, de las cuales siete son vistas aéreas de la ciudad nocturna, donde se presenta un paisaje vacio, solo la ciudad, el crepúsculo, las luces de artificio que apenas permiten ver las siluetas de los edificios. Estas siete captan el instante en el que se produce el cambio de la luz natural, que se va perdiendo, y las luces artificiales que sobreviven.  La otra fotografía restante es la única que está a la misma altura de los ojos del espectador.
La incorporación de las imágenes a la crónica aporta la atmosfera que necesita el texto para dar cuenta de la noche de París, pero a la vez parecen seguir un camino paralelo, dado que contrastan con el texto e invitan al lector a considerar la existencia de un mundo en que conviven magia y técnica. Una foto no es solamente una imagen semejante, sino una huella material de lo real, una emanación química del objeto capturado por el dispositivo óptico.
Al incorporar estas fotografías en el texto permite que los ojos de los lectores capten algo mas, que se abran a la posibilidad de considerar que la fotografía puede devolverle al mundo algo de lo perdido.
París nocturno se presenta como una crónica imprescindible para comprender los cambios culturales producidos por la emergencia de la prensa ilustrada de carácter masivo y, a la vez, revisar las concepciones estéticas del poeta director Rubén Darío.


Bibliografía:
Torres, A. (2010). "París Nocturno" de Rubén Darío: fotografía, técnica y magia. Revista electrónica del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de General San Martín, 3(6).

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